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El estallido social en Chile desde la perspectiva de la comunicación

DOCUMENTO ESPECIAL

El estallido social en Chile desde la perspectiva de la comunicación.

Una contribución al debate.

 

Por: Mauricio Cárdenas Monroy

Doctor en Comunicación, Universidad UNIACC
(Exclusivo para “La Voz de San Bernardo”)

Resumen

En este ensayo se analiza el estallido social que acontece en Chile desde la perspectiva de la comunicación, específicamente en relación a dos aspectos: el surgimiento de antiguos y nuevos símbolos y en torno a un análisis crítico de los niveles de comunicación entre los sectores en conflicto. Finalmente, se presentará una prospectiva de sus escenarios probables así como de aquellos escenarios deseables y alcanzables.

El objetivo de este análisis es contribuir al debate en torno a una temática que no puede ser eludida ni tampoco enfocada en torno a sus elementos anecdóticos, pues se trata de una situación compleja, compuesta de múltiples factores, que se inscribe en el ámbito político, económico y social y que, sin embargo, trasciende hacia aspectos éticos, psicosociales y culturales profundos, que han de ser enfocados desde el pensamiento y la comunicación con la mayor rigurosidad si se quiere resolver en profundidad y a partir de las propias verdades que surgen aquí en su intrínseca complejidad.

Actual escenario  

El viernes 18 de octubre de 2019 se produce en Chile un estallido social de gran magnitud el cual, a cuatro meses de su irrupción, lejos de disminuir no ha hecho más que agudizarse, denotando con ello que el problema general es mucho más profundo de lo que a simple vista pueda parecer y que se trata de un conflicto que demanda, por tanto, de una profunda reflexión y análisis que permita, precisamente, encontrar sus soluciones definitivas, puesto que ningún país ni sociedad puede postergar indefinidamente una situación de esta envergadura, a riesgo que vuelva a emerger cuando ya se creía resuelto.

Desde un principio este escenario ha sorprendido tanto a la propia sociedad chilena como a la comunidad internacional. Pues: ¿Cómo explicar que el país que aparecía como la nación más pacífica de América Latina en las últimas mediciones de la OEA, como un “oasis” en el concierto mundial, haya estallado con una violencia inusitada tanto en las acciones de sus manifestantes como en la represión policial? ¿Cuáles han sido los factores y causas que condujeron a este escenario sorprendente?

Al ingresar en la exploración de sus causas desde ya nos encontramos principalmente con demandas de carácter económico que paulatinamente comienzan a derivar en demandas simbólicas y culturales cuyo origen se remonta, primero, a treinta años atrás, luego a cincuenta años y, finalmente, a cinco siglos si se trata de las demandas provenientes de los pueblos originarios. Vale decir, nos encontramos ante un juicio a la historia de nuestro país y a sus prácticas discriminatorias en los ámbitos político, económico, social, cultural, educacional y de género, entre los principales factores que han emergido en este movimiento social.

Las primeras demandas económicas y sociales que detonan este estallido se pueden resumir en seis causas principales:

  1. El precio del transporte que origina las primeras movilizaciones: un alza de $30 en el valor del pasaje de Metro ante la que llaman a evadir principalmente estudiantes secundarios. En pocas horas se produce un estallido social que se expande a lo largo y ancho del país y en el que rápidamente comienzan a aflorar un cúmulo de nuevas demandas pendientes de resolverse en la gestión social y política del país.
  2. Las pensiones: este problema es mucho más grave que el anterior en tanto en este punto asistimos a uno de los mayores fraudes que han acontecido en nuestro país. Pues en 1981, José Piñera Echeñique (hermano del actual Presidente de la República) anuncia el nuevo sistema de pensiones con la tristemente célebre frase del “Mercedes Benz de las pensiones” donde promete que gracias al “innovador” sistema de las AFP las nuevas jubilaciones alcanzarán un 70% del valor del sueldo o salario y que, de esta forma, llegaríamos al año 2020 contando con un 100% de esos ingresos. Los resultados reales no pueden ser más que dramáticamente contradictorios, en vista que la gran mayoría de los pensionados no obtiene ni siquiera un 30%. Hecho que se agrava al confrontarse con los sueldos de los gerentes de las Administradoras de Fondos de Pensiones y con los ingresos millonarios que estas empresas obtienen cada año, en forma creciente. Y que comprueba la oposición de Pinochet a que este sistema se hubiese aplicado a las fuerzas armadas. Es decir, se sabía desde un principio que este sistema solo era lucrativo para los propietarios y directivos de las AFP y que no era más que una gigantesca trampa para los afiliados que hoy exigen su eliminación como sistema en tanto padecen con éste una verdadera condena hacia la pobreza en su tercera o cuarta edad.
  3. El sistema de Salud: dividido entre un 80% del país adscrito al seguro público (FONASA) y un 20% privado (ISAPRES), arrastra problemas históricos de falta de hospitales y de dotación tanto profesional como de infraestructura así como de graves problemas de gestión que lo han convertido en un cuadro de crisis permanente a lo largo de varias décadas. Aun así, el actual Ministro de Salud lo declara como el mejor sistema de salud del mundo, entre uno de las tantos desfases de la realidad que hoy presenciamos en los círculos de poder en Chile y que ilustra esa también lamentable analogía con los “mundos paralelos” entre la realidad social y el poder.
  4. Educación y movilidad social: también la Educación se ha transformado en una mercancía hasta reconocerse por el actual Gobierno como un “bien de consumo”. No solo asistimos a una creciente privatización de la Educación sino que, junto con ello, se ha enquistado una práctica de desigualdad de oportunidades según la proveniencia de la educación recibida. Aquí se explica el rechazo profundo de las actuales generaciones de estudiantes al actual sistema educacional y al sistema económico en general y que se conviertan, precisamente, los estudiantes y jóvenes en los principales actores de este movimiento social.
  5. Abusos y corrupción: este es el punto más grave de la actual crisis: la pérdida de la ética por parte de las instituciones representativas de la República: Gobiernos, Parlamento, Fuerzas Armadas y Carabineros, Poder Judicial y, junto con ellos, empresariado e iglesias (con las excepciones que confirman la regla). Se desmorona, entonces, el entramado institucional, político-económico del país a través de actos de colusión y de corrupción, al perder su credibilidad y razón de ser el respeto ciudadano hacia las autoridades, que asiste como testigo a casos como las “boletas ideológicamente falsas”, ante casos como Soquimich, Penta y otras empresas, con empresarios que son condenados a clases de ética por una millonaria evasión de impuestos, mientras que Carabineros y Fuerzas Armadas aparecen envueltos en fraudes económicos, parlamentarios coludidos en negocios y hasta dictados en sus formulaciones de leyes por empresarios que, en la práctica, han comprado sus representaciones principalmente a través del financiamiento de sus campañas políticas (como fue la estrategia de Ponce Lerou en Soquimich). Lamentablemente, encabeza esta lista el propio Presidente de la República Sebastián Piñera con ocho casos a su haber y que comienzan con el fraude al Banco de Talca en 1982, por el cual fue declarado reo, sumado a reiteradas maniobras de información comercial privilegiada que lo han convertido en un ejemplo negativo de corrupción y engaños ante el país.Este escenario de cinismo institucionalizado es el más grave porque provoca la actual anomia social, concepto introducido por Émile Durkheim en 1893 y que expresa la actual desintegración social en Chile, en un estado en que el respeto por las normas e instituciones se diluye y sobreviene el caos social. Su causa es esta pérdida de la ética del bien común, pilar fundamental y decisivo de todo Estado y de toda sociedad, ya formulada por Aristóteles en el Siglo V A.C. y cuya significación reaparece en cada conflicto, crisis y revolución que ha surgido en la historia de las civilizaciones.
  6. La sexta causa económica es la privatización de bienes y servicios públicos: agua de consumo público y derechos de agua, energía eléctrica y riquezas patrimoniales del país: cobre, litio, minerales en general; océano; tierras; carreteras. Así, Chile se transformó en un botín repartido entre castas políticas y económicas coludidas tanto a nivel nacional como internacional, llegando a transformarse la riqueza del país en propiedad de empresas transnacionales que operan de este mismo modo en gran parte del mundo.

Vistas estas causas y factores podemos comenzar a respondernos y explicarnos este estallido social que explota como una repentina erupción volcánica cuyas causas no son, sin embargo, de orden reciente ni fugaz. Sus causas son profundas. La inequidad e injusticia que rechaza y critica este movimiento social tiene raíces históricas y transversales a las ideologías políticas. Así, la privatización del país surge en la dictadura de Pinochet, más, se reafirma y amplía en los gobiernos de la Concertación y se consolida en el actual gobierno de derecha. Y en conjunto forman un bloque coludido, como casta privilegiada que se apropia de los beneficios y riquezas del país. ¿Qué respuesta y actitud social se puede esperar, entonces, de un pueblo que de pronto despierta ante este cuadro de injusticia e inequidad? ¿Con que moral se rasga hoy vestiduras de estabilidad social, de paz y concordia, mientras se mantiene, aún en medio de este estallido social, este régimen de abusos y robos institucionalizados?

A las causas anteriores hemos de agregar demandas de equidad de género, de sostenibilidad ecológica y de nuevas libertades sociales. Por lo tanto, a modo de primera conclusión, la demanda fundamental, aunque no se exprese con estas palabras en el movimiento social, es de un cambio de paradigma, vale decir, de un cambio total de sistema, de una transformación global del país que, como se ha señalado, abarca los órdenes político, económico, social, ecológico y cultural. En estricto rigor, se trata de una revolución, si entendemos por este concepto la exigencia de un cambio completo de una configuración general a otra totalmente distinta. La rueda giró en 360 grados y ahora nos encontramos en su momento de inflexión. Luego, toda revolución en la historia de las civilizaciones ha presentado diferentes intensidades así como tiempos de desarrollo en sus procesos, más rápidos o lentos, habitualmente cruentos, y en las que encontraremos, siempre en el centro del conflicto, si revisamos sus causas fundamentales, el factor de la aguda desigualdad social y económica entre el poder de sus gobernantes y el pueblo gobernado. Por esta causa principal cae el Imperio Romano y se producen las revoluciones en Francia en 1789, en Rusia en 1917 y en China en 1949. También en estas crisis, en las esferas del poder se actuaba con total indiferencia ante los levantamientos populares y la vida continuaba su curso en las cortes con “absoluta normalidad”, completamente ajenas a la enorme disconformidad social.

Así, en la actual crisis en Chile, la causa transversal de todas las demandas es la desigualdad, situación de violencia social entre los privilegios permanentes de una casta y la pobreza generalizada de un pueblo, como en Chile, endeudado por un sistema de consumismo que redujo a nuestra sociedad a una relación entre vendedores y clientes, vale decir, a un mercantilismo que cubre todas las relaciones humanas y que promueve el clasismo y el arribismo de la sociedad.  Y en este mercantilismo cayó también la política, hasta perder toda legitimidad entre sus representados, vale decir, entre el pueblo que lo eligió en las urnas confiándoles la defensa de sus derechos y la promoción de su desarrollo.

De esta forma, llegamos a esta anomia social de una sociedad en creciente descontrol, que cuestiona las normas impuestas por quienes no las han cumplido en la práctica de su gestión del país. Por estas razones, las leyes y normas institucionales comienzan a convertirse en letra muerta, situación que torna aún más difícil todo esfuerzo de solución. Si el desafío es enorme se debe a que el problema de fondo también lo es. Por ello, a mayor profundidad y amplitud de la crisis así también lo ha de ser su análisis crítico y sus eventuales propuestas de solución que han de considerar sus proporciones de participación y de representatividad ciudadana. No querer verlo en su justo nivel de gravedad es ceguera, como lamentablemente lo presenciamos hasta el presente en nuestras instituciones nacionales así como en las esferas del poder, que solo incrementan sus recursos de represión para combatir a  ese “enemigo poderoso” al que le declaró la guerra el Presidente de la República, en una de las peores declaraciones que un mandatario chileno ha señalado respecto de su propio pueblo, que le confió su dirección y que hoy el gobernante ha convertido en su enemigo. Los resultados de esta “guerra”, en que el Estado se limita a reprimir a sus gobernados, se ven reflejados en las trágicas cifras del último Informe del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH, 18 de Febrero de 2020): 31 muertos; 3.765 personas heridas, entre ellas 282 niños, niñas y adolescentes; 445 personas con heridas oculares, entre ellas dos con pérdida total de su visión; 10.365 personas detenidas; entre éstas, 1.835 con vulneraciones denunciadas, de las cuales 197 son por violencia sexual, 520 por torturas y otros tratos crueles y 1.073 por uso excesivo de la fuerza. Cuadro que se refleja en un total de 1.312 acciones judiciales presentadas.

Estas cifras de víctimas describen el nivel de gravedad y profundidad de esta crisis y la convierte en una tragedia y catástrofe social que persiste y que, en los hechos, convierte a este gobierno y sistema político-económico en una dictadura disfrazada de democracia que una ciudadanía consciente no puede seguir permitiendo ni tolerando si queremos de verdad situarnos en un genuino Estado de Derecho. ¿Hasta qué límites se piensa llevar esta “guerra”? ¿Qué costos en vidas humanas tendrá que seguir pagando el país en nombre de la defensa de intereses económicos particulares de una minoría que utiliza el Estado a su haber y que representa el verdadero trasfondo de esta confrontación? Responder a estas interrogantes permitirá comenzar a despejar la ecuación para enfrentar y resolver esta compleja y crítica situación. Y su postergación en el tiempo, así como cualquier intento de manipulación en el poder, no hará más que agudizar y empeorar las actuales condiciones sociales.}

Símbolos emergentes

Nuevos y antiguos símbolos han surgido en este movimiento social, en un contexto de expresión que demanda de la máxima atención a los estudios de las ciencias de la comunicación. Pues los símbolos no se reducen a meras imágenes ni consignas que aparecen en forma arbitraria. Su génesis y constitución merecen nuestra mayor atención si queremos entender un fenómeno social como el de las características actuales aquí en análisis.

En el ámbito de las investigaciones comunicacionales, la semiótica es la ciencia que estudia las señales, signos y símbolos que configuran nuestros sistemas de lenguaje y comunicación. Siendo las señales su forma más básica e inmediata de comunicación y los signos su forma codificada en letras, números y otros elementos con que articulamos nuestro lenguaje, los símbolos aparecen como su expresión más compleja. Fundada a comienzos del Siglo XX por Charles Sanders Peirce y desarrollada ampliamente por Umberto Eco, entre otros investigadores, la semiótica define al símbolo como la representación visual de una idea, mientras en su etimología griega y latina se remonta a la reunión o congregación de un conjunto de elementos en una imagen, ícono o signo indicador. El símbolo, en algunos casos, responde a una convención comúnmente aceptada (como un símbolo patrio) y en otros casos no (como en los símbolos químicos y numéricos que pueden considerarse arbitrarios, inexplicados, solo implantados en el lenguaje especializado de una ciencia o disciplina).

Pues bien, en tanto la semiótica define la comunicación como cultura y la cultura como un proceso comunicativo (Eco, 1974, p. 23), el rol de los símbolos cambia, también, cuando se produce un cambio cultural. Es uno de los fenómenos que se está produciendo en el actual movimiento social en Chile. Símbolos tradicionales que se atacan a veces con o sin una razón clara (obispos, generales, hombres de letras como Andrés Bello, destrucción de estatuas de Pedro de Valdivia) que expresan simbólicamente la destrucción de una convención histórica establecida, hoy cuestionada y rechazada por los sectores de la sociedad en movimiento. Las jóvenes feministas que protestaron en 2018 a pecho descubierto (símbolo de la fertilidad) frente a la escultura del ex Arzobispo de Santiago, Crescente Errázuriz, en el frontis de la Universidad Católica, manifestaban el rechazo e irreverencia ante una moral católica cuestionada y en crisis a partir de los casos de pedofilia y de abusos sexuales puestos al descubierto en esta institución eclesiástica.

Ya en pleno estallido social, en Noviembre de 2019, en Temuco y Concepción las estatuas históricas conmemorativas se convirtieron en objetivos de destrucción por parte de comunidades mapuches que, en este contexto social, protestan por la desigualdad en la distribución de las tierras, la deforestación y contaminación y sin contar con representación política alguna como etnia (como sucede en parlamentos indígenas existentes en algunos países desarrollados). Así, en Concepción el busto de Pedro de Valdivia fue retirado y colocado bajo la estatua de Lautaro y en Temuco la cabeza de Diego Portales fue colgada en la mano de la estatua de Caupolicán. El primero, símbolo de la matanza indígena ocurrida desde la invasión española, representada en la historia oficial como “conquista” y, el segundo, un conservador hipócrita (que frecuentaba prostíbulos y al otro día se presentaba como un conservador modelo-símbolo de la nueva institucionalidad) que instaura a fuego un estado conservador por sobre los liberales y que determina la primera Constitución Política de Chile de 1933, que dio plenos poderes a la naciente oligarquía chilena que, desde la década de 1860, procede a ejecutar la “pacificación de la Araucanía” en la que se consuman las matanzas y el despojo masivo de las tierras mapuches. Forma parte, entonces, del entramado institucional puesto hoy en tela de juicio.

Intervención de estatuas. Fuente: Laurence Blair – The Guardian.  05/11/2019 – 22:03h

Antiguos símbolos caen mientras otros resurgen. Ha sido sintomático que desde una irrupción social por demandas económicas iniciales pronto haya emergido la simbología de los pueblos originarios mapuche y aymara en las manifestaciones en Chile, cuyas banderas forman parte protagónica de los símbolos que se alzan en las marchas, que transmiten una expresión de rebeldía ante la historia y que permanecían ocultos aunque latentes.

Así, la actual bandera mapuche, creada en 1992, y denominada como wenüfoye, en referencia al árbol sagrado del canelo, en el centro ubica el símbolo del meli witram mapu, en color amarillo, que personifica el conocimiento universal y señala los cuatro puntos cardinales junto al sol, la luna y las estrellas y cuyo colorido en las tres franjas horizontales representan lo sagrado (azul), la maternidad (verde) y la lucha y memoria de un pueblo (rojo). En tanto la bandera aymara o wiphala, cuyos orígenes son precolombinos, simboliza la Tierra (color rojo), la sociedad (naranja), la energía (amarillo), el tiempo (blanco), la riqueza natural (verde), el cosmos (azul) y el poder comunitario andino (violeta). Vale decir, en ambos símbolos se expresa una íntima conexión con la naturaleza y el cosmos al cual pertenecemos como especie humana.

A su vez, símbolos de fuerte contenido institucional adquieren nuevas connotaciones, como la propia bandera chilena que, en este estallido social, se ha convertido en un emblema por la recuperación de la dignidad del pueblo de Chile y que, luego, ha mutado en bandera negra como símbolo de luto de los caídos en las manifestaciones. Así, razón y emoción, origen y presente de un pueblo en movimiento, se funden a través de símbolos expresados en los escenarios sociales de las calles.

A la fecha del 18 de Febrero de 2020 se ha registrado un total de 445 heridos oculares en todo el país (INDH, 2020) con dos casos de pérdida total de la visión (Gustavo Gatica y Fabiola Campillay) producto de balines, perdigones o bombas lacrimógenas disparadas por Carabineros durante las manifestaciones. En forma trágica, el ojo herido, ausente, se ha transformado en un símbolo de la represión ejercida por el actual Estado de Chile.

En estas expresiones vamos encontrando las características de los principales protagonistas de las marchas y manifestaciones. Son jóvenes de entre 15 y 35 años, en su gran mayoría estudiantes, hombres y mujeres por igual, que van acompañados de generaciones mayores (a veces, también, de niños) y que Castells (2009) denomina en el rango de insurgentes, anti-sistema, opuestos radicalmente, en nuestro caso, al sistema neoliberal impuesto en Chile durante la dictadura de Pinochet por el grupo de los “Chicago boys”, dirigidos por Milton Friedman, neoliberalismo incluso más extremo que el existente en EE.UU. donde encuentra su origen ideológico. Si indagamos en las características culturales de las nuevas generaciones, encontraremos su predilección por las tecnologías digitales y los video-juegos (individuales y colectivos) y cuya principal forma de comunicación se manifiesta a través de teléfonos celulares. Estas características se han expresado desde un principio en este movimiento social a través de una nueva iconografía que adapta y transforma, por ejemplo, héroes y villanos provenientes desde la cultura del cómic y que, luego, han sido ampliamente populares en el cine, la televisión y los video-juegos. Se produce un encadenamiento que va desde los íconos de Marvel y las mangas japonesas hasta una épica enfocada en héroes mapuches y en los propios personajes que emergen como héroes en las actuales manifestaciones tanto en Chile como en el mundo. De ahí la aparición del Hombre-araña, de Pikachu, el Guasón (potenciado en la última cinta protagonizada por Joaquin Phoenix y que culmina con un estallido social) entremezclados con héroes nacionales emergentes como el perro Matapacos y el joven manifestante que se escuda con un disco Pare y que ha pasado a denominarse como Pareman, dando inicio a una nueva historieta épica colectiva a la que se ha convocado a participar en las redes sociales. También, se ha incluido, en esta oleada, al antiguo personaje criollo Condorito esta vez en el contexto de las movilizaciones.

Entre los mensajes verbales hemos de partir leyendo el lema central de este movimiento: Chile despertó. Connota un pueblo dormido, largo tiempo abusado, hastiado de la corrupción, del robo institucionalizado, del engaño, de la desigualdad, de la injusticia, de la manipulación mediática que en cada minuto promueve el conformismo… hasta que un día despertó. Despertó del sueño de un paraíso consumista, del individualismo, para reconocerse de nuevo en la acción comunitaria y social. Despertó de la pasividad para buscar nuevos objetivos como la dignidad, ideal que atraviesa todos los mensajes y que se sintetiza en una de sus principales consignas: “Luchar hasta que la dignidad se haga costumbre”. Ha sido un despertar violento, expresión de que todos los puentes comunicacionales se cerraron, de un pueblo que ya no acepta más excusas ni medidas parciales expuestas en una retórica gastada que ha perdido toda credibilidad. Este es el punto crítico de este conflicto, nudo clave de una trama que sin soluciones profundas se volcará en una espiral de violencia cada vez más fuerte e incontrolable.

Por su parte, la banda sonora de este estallido social ha sido una mezcla entre antiguas canciones de protesta, como “El derecho de vivir en paz” de Víctor Jara, con una nueva versión hecha por un conjunto de artistas; “El pueblo unido jamás será vencido” de Quilapayún; las canciones de Sol y Lluvia; “El baile de los que sobran” emblemático mensaje de Los Prisioneros, convertido en expresivo himno de este movimiento y que identifica el estado de postergación de las nuevas generaciones. Junto a nuevas creaciones como “Cacelorazo” de Ana Tijoux, “Protesta” de Mon Laferte, “El violador eres tú” creado por Las Tesis, de gran impacto en el feminismo mundial, entre otras canciones gestadas en los más diversos estilos: rap, rock, folklore urbano, cumbia, reggaetón.

En el despliegue de estos símbolos, mensajes, íconos y canciones, se está expresando el universo cultural e ideológico de este movimiento social y, en particular, de las generaciones jóvenes que constituyen su principal sector de representatividad. Ahora bien, en su expresión de protesta se manifiesta no solo su pensamiento, su racionalidad, sino que aparece con fuerza su emocionalidad, aspecto que lo identifica y que lo distancia, aún más, de las frías estructuras institucionales (gobierno, partidos políticos, parlamento, instituciones educacionales, empresariado) que no logran entender ni menos sentir este estallido social, a pesar de su fuerza, vehemencia y masiva expresividad y que se ha extendido no solo a las marchas sino que aparece, incluso, en eventos deportivos y artísticos no ligados directamente a un accionar político o social. También, emerge la expresión emocional de una generación joven que no teme a la muerte, que dice querer morir, en tanto no visualiza realesy convincentes expectativas de futuro, que se manifiesta en un estado de depresión generalizado y de malestar, reflejado en las propias estadísticas del Ministerio de Salud en que el suicidio aparece como la segunda causa de muerte entre los jóvenes (MINSAL, 2018). Se trata, entonces, de un problema psicosocial, de la mayor significación en el contexto educacional y de una sociedad que el filósofo coreano Byung-Chul Han ha retratado como la sociedad del cansancio caracterizada por trastornos de depresión, conductas pendulares de hiperactividad o total pasividad y agotamiento ante un sistema en progresivo proceso de deshumanización.

Así, para todo observador atento esta nueva simbología, expresa una nueva cultura, una nueva cosmovisión o visión del mundo y del país. También, su malestar, cansancio y sus grados de depresión colectiva. Pues, cuando nacen nuevos símbolos comienza a nacer, precisamente, una nueva cultura, un nuevo paradigma social, clara señal de la necesidad de un cambio y de la más profunda transformación, proceso en el que nos encontramos actualmente inmersos, hasta que se encuentre nuevas vías y formas de solución radicales capaces de resolverlos en sus niveles de gravedad y profundidad.

Prospectiva de este estallido social

La prospectiva es una nueva ciencia que estudia el futuro mediante metodologías como el Método Delphi y el Método de Escenarios y que tiene como objetivo no solo predecir los acontecimientos futuros sino que, especialmente, formular escenarios deseables y alcanzables que signifiquen propuestas concretas y viables para la solución de la crisis.

En el Método de Escenarios se formula dos momentos: 1. Los escenarios probables, en caso que se  continúen desarrollando las mismas condiciones actuales y 2. Los escenarios deseables y alcanzables, que implican la formulación de un proyecto global, holístico o integral, en que se planifica etapas graduales de solución en diversos horizontes de tiempo (a 5, 10, 20, más años hacia adelante, según cada caso). Con el objetivo de aportar al análisis de este estallido social en Chile y a sus posibles soluciones se presentará aquí a continuación un breve esbozo de estos escenarios a futuro.

a) Escenarios probables:

En las metodologías prospectivas se considera la probabilidad de escenarios probables pesimistas u optimistas que permitan la formulación de hipótesis a partir de los hechos y factores que se movilizan en cada escenario probable.

El escenario probable de carácter optimista a partir de este estallido social, se fundaría en el hecho que, en caso de aprobarse una Nueva Constitución en el plebiscito del 26 de  Abril de 2020, se inaugure un proceso de diálogo, de comunicación y entendimiento entre los sectores en conflicto, el Estado y el Pueblo que configuran nuestra demo-cracia, cuya comunicación hasta ahora ha sido débil o nula, con un creciente distanciamiento que solo viene a profundizar el quiebre existente entre ambas partes. El diálogo abierto, franco, asertivo, mutuamente respetuoso, permitirá comenzar a resolver este conflicto, bajo condiciones de amplitud participativa, precisión en el examen de sus causas, transparencia en sus composiciones de representatividad y profundidad y claridad en las propuestas de sus eventuales soluciones.

Por su parte, el escenario probable de carácter pesimista configura un cuadro oscuro, distópico, el peor de los ambientes sociales imaginables, una profundización de la ruptura que trae consigo la exacerbación de la violencia y que no haría más que intensificar esta tragedia: probable guerra civil, a partir del surgimiento de grupos civiles armados y polarizados, probable posterior instauración de una nueva dictadura militar, represión y masacre, en una espiral de destrucción que, en definitiva, no soluciona nada y solo amenaza con abrir nuevas heridas sociales e institucionales, generando nuevos arrastres de los más graves problemas y atropellos de derechos humanos que se incorporen a esta crisis. Es el escenario en que todo empeora, en que se intensifica el caos y la anomia ya señalada en este análisis, vale decir, la pérdida de toda norma y de todo puente comunicacional, con los consiguientes perjuicios y daños irrecuperables para el país y nuestra sociedad. Verdaderamente, se trataría de un escenario apocalíptico en Chile, en que nadie gana y en que todos perdemos en todos los órdenes de nuestras vidas y cuya proyección extrema puede llegar a presentarnos un país en ruinas, con una sociedad quebrada, desarticulada y en completo descontrol. La historia y también nuestra actualidad, ilustra este escenario pesimista con innumerables ejemplos en el nivel mundial con procesos que, en muchos casos, resultan endémicos y catastróficos, como una de las mayores pruebas en el desarrollo de los pueblos.

b) Escenario deseable y alcanzable

El escenario deseable y alcanzable, que aún podemos construir como país y como ciudadanía, parte de una profunda comprensión de nuestros derechos y deberes ciudadanos, con los cuales se alce una nueva ética de nuestro bien común. La primera condición, por tanto, es una nueva toma de conciencia transversal a todos los sectores del país: ¿Cuáles son mis derechos? ¿Cuáles son mis deberes? Y que sobre estas bases se restablezca y genere un nuevo puente comunicacional, un nuevo diálogo siempre referido a una ética consecuente entre la letra y la acción resultante: sin mentiras, sin engaños, sin discriminaciones, sin letras chicas ni manipulaciones que, precisamente, ilustran las causas de este estallido social. Pues, la nuestra es una sociedad herida que necesita verdad y honestidad, sentido de equidad y de igualdad de oportunidades en forma real y no solo discursiva. Sin estos valores éticos previos no existe la posibilidad de un cambio y transformación cultural como la que hoy Chile necesita.

A partir de estas bases, la posibilidad de un proceso constituyente, abierto y representativo, abre la oportunidad no solo de una nueva normativa constitucional y legal de país, pues en su trasfondo plantea interrogantes esenciales, profundas y decisivas que, incluso, son previas a la acción normativa: ¿Qué tipo de país necesitamos? ¿Cuál será nuestro nuevo proyecto global como país? A su vez, a este proyecto global: ¿Qué propiedades han de definirlo para erigirlo como proyecto de desarrollo en Siglo XXI, en la época de la sociedad del conocimiento, de la cuarta revolución tecnológica, de la sostenibilidad ecológica y de profundos cambios psicosociales?

Siendo la Educación un factor clave en este desafío: ¿Qué entenderemos y aplicaremos como calidad de la Educación? ¿Cómo irá a la par de estos cambios una nueva política de Salud pública? ¿Cuáles serán las orientaciones reales y cabales para construir una sociedad íntegramente desarrollada en todos los sectores del país y no solo en una elite minoritaria? ¿Cuál será el nuevo rol asignado a la política por la ciudadanía? ¿Nuevas normativas y leyes irán acompañadas de nuevas y estrictas fiscalizaciones para todos por igual, sin privilegios para nadie?  ¿Cuáles serán las contribuciones de los medios de comunicación a la promoción de una nueva cultura de desarrollo como país?

Un proyecto de desarrollo acorde a estas interrogantes y requisitos fundamentales ha de considerar la definición que en el Informe Brundtland (ONU, 1987) se formula en torno al desarrollo sustentable, vale decir, del equilibrio entre tres ejes fundamentales: ecológico, económico y social. Hoy, solo ha predominado principalmente el interés en torno al crecimiento económico, de marcado carácter neoliberal extremo que, en definitiva, ha sacrificado los otros dos ámbitos claves – ecológico y social -. Así, hemos llegado, en esta trayectoria, al actual desequilibrio de crisis y estallido social que no es casual que vaya a la par de una profunda crisis ambiental, traducida en el establecimiento de “zonas de sacrificio” ubicadas en los sectores más pobres del país, aumentando su precariedad y marginalidad. Esto significa que a Chile se le presentan hoy desafíos de sustentabilidad que son cruciales en todo proyecto de desarrollo integral, real y efectivo.

A estos desafíos que, en gran parte son globales, han de incorporarse los desafíos internos, propios de nuestra cultura nacional, en que ha de superarse tendencias a la postergación de soluciones, a la búsqueda de conveniencias personales y no colectivas e, incluso, del robo, conductas transversales a todas las clases sociales de nuestro país. Desafíos que han de ser la respuesta esencial, de fondo, a la hora de resolver esta crisis si se quiere evitar, con genuina voluntad, el desembocar en una espiral de violencia y destrucción que torne inviable el desarrollo del país y que lo hunda aún más en sus índices de sub-desarrollo.

¿Cuál es la actitud inicial para resolver esta crisis?

La comunicación. La comunicación asertiva, vale decir, franca, fundamentada y respetuosa de la discrepancia.

El diálogo es una interacción entre dos sujetos, individuales o colectivos. Entre la sociedad y las instituciones, entre las esferas del poder y el pueblo propiamente tal. Es necesario enfocar diagnósticos claros y proponer soluciones sustentables, vale decir, que perduren, se desarrollen y se sostengan en el tiempo. Como la poiesis que formulan Maturana y Varela (1973) propia de un sistema capaz de reproducirse y mantenerse por sí mismo, en nuestro caso, como país. Que supere nuestra tendencia institucionalizada al cortoplacismo, a funcionar en cuatro años de gobierno, para dar lugar a visiones y soluciones definitivas en una planificación de futuro, puesto que ninguno de los problemas y áreas que configuran esta crisis tiene una solución en el corto plazo y ésta es una de las condiciones y verdades que es necesario explicitar a la hora de iniciar este proceso de diálogo y de búsqueda de soluciones.

¿Es Chile un país capaz de resolver esta crisis?

Sí.

El diálogo, la formulación clara y fundamentada de enfoques y propuestas han de expresarse en contextos comunicativos amplios, inclusivos y participativos. Escuchar, consultar, exponer, proponer. Bases de una comunicación asertiva, que responda a nuestras expectativas de futuros, como se formula en las actuales proyecciones prospectivas que se aplica exitosamente en más de veinte países en el mundo. Es, entonces, la gran oportunidad de construir un proyecto en común, como país. Recordemos que el propio concepto de comunicación se refiere al nexo en común que se pueda establecer entre dos o más personas, en este caso entre dos o más actores sociales dialogantes, de donde nace su analogía con el puente, con el nexo que comunica dos orillas antes desconectadas, como sucede aquí actualmente entre el Estado y el Pueblo. La comunicación es cultura y la cultura es comunicación como nos señalan los estudios de semiótica y de desarrollo de los lenguajes. Al contrario, la in-comunicación es in-cultura, aislamiento y deterioro de las relaciones humanas.

Conclusiones preliminares

Desde la perspectiva de la comunicación, hoy nos encontramos entre sectores en conflicto, desconectados y en pugna. Ha caído el puente, yace simbólicamente desplomado en las calles y estructuras del país. El no-escuchar al otro, a la contraparte, conduce, precisamente, a la ruptura y, desde ahí, a la violencia, donde se termina toda comunicación, estado que cede lugar a la destrucción mutua, a la irracionalidad completa. Al contrario, cuando se quiere resolver realmente una crisis predomina la predisposición positiva para dialogar, consultar, exponer y proponer. A grandes problemas, grandes soluciones, señalaba Hipócrates, ya en la Grecia del Siglo V A.C., en cuyo contenido subyace que la solución debe tener la dimensión del problema mismo.

Este escenario de comunicación en el nivel nacional, inclusivo y participativo, es el escenario deseable y alcanzable para comenzar a resolver esta crisis. Luego vendrá la labor de construir nuestro proyecto a futuro como país, proceso que, sin duda, también ha de ser inclusivo, participativo, colaborativo y propositivo, para alzarlo en común en un estado de concordia y de construcción de una nueva cultura. Esta concordia ha de ser fruto de la comprensión y análisis profundo de las causas, expresiones y proyecciones de esta crisis. La tarea fundamental de las instituciones del poder reside actualmente en comenzar a estudiar y analizar en profundidad el actual estallido social, en conocer sus objetivos y motivaciones. Y no al revés. No pretender que sea el movimiento social al que se tenga que exigir comprensión y aceptación  pasiva de los actos de corrupción, abusos y desigualdad existentes, todos hecho públicos y que convirtieron a estas esferas de poder en Chile en una lacra enriquecida a costa de las carencias de la gran mayoría de la población del país y, muchas veces, a partir de cobros abusivos en servicios públicos privatizados, en conductas y leyes discriminatorias y de “letra chica”.

Esta crisis de gran magnitud en nuestro país no se resolverá con soluciones parciales ni manipulaciones. Tampoco con el paternalismo acostumbrado propio de los gobiernos de países subdesarrollados, como una forma de mantener “tranquila” y “conforme” a la población. Hoy la demanda es claramente otra, de una exigencia de solución mucho más profunda y elevada. Cuanto antes lo comprendamos comenzaremos a avanzar y a salir de este túnel. Y por esta razón la actual crisis representa una gran oportunidad que convoca a quienes verdaderamente quieran aportar a sus soluciones, firmes y definitivas, para construir el país que todos anhelamos y merecemos.

 

Referencias
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Castells, M. (2009). Poder y Comunicación. Madrid: Alianza Editorial.
Castells, M. (2012). Redes de indignación y esperanza. Madrid: Alianza Editorial.
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Eco, U. (1974). La estructura ausente. Introducción a la Semiótica. Barcelona: Ed. Paidós.
Godet, M. (1991). Prospectiva y planificación estratégica. Barcelona: SG Editores.
INDH (Febrero de 2010). Reporte de Estadísticas de Derechos Humanos. indh.cl
Maturana, H. y Varela, F. (1973). De máquinas y seres vivos: una teoría sobre la organización biológica. Santiago de Chile: Ed. Universitaria. Edición revisada: 1995.
Ministerio de Salud de Chile (2018). Estadísticas de Salud Mental en Chile. http://www.injuv.gob.cl/storage/docs/RT_30.pdf
ONU (1987). Informe Brundtland: Nuestro Futuro Común. www.onu.org
Iconografía
  1. Fotografía Marcha 25 de Octubre de 2019. https://www.elsiglo.cl/wp-content/uploads/2019/10/protesta-historica-3-oct-2019.jpg
  2. Intervención de estatuas. Laurence Blair. The Guardian. https://pbs.twimg.com/media/EIOg_WsX0AABMzX.jpg
  3. Bandera mapuche. https://2.bp.blogspot.com/-n-ZCBqCDJzo/Te3peAVy6WI/AAAAAAAAEWQ/ABe7nMDX6DI/s1600/wenufoye_2000px_oscura.png
  4. Bandera aymara. https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/b/b7/Banner_of_the_Qulla_Suyu.svg
  5. Bandera chilena en manifestantes. Javier Vergara. https://images.clarin.com/2019/11/15/como-el-oleo-sobre-lienzo___kGOu6V1P_1200x0__1.jpg
  6. Mujeres de luto marchan con bandera negra. https://static.t13.cl/images/original/2019/11/1572639470-auno1126290.jpg
  7. Gustavo Gatica. https://www.radiosanjoaquin.cl/wp-content/uploads/2019/11/Gustavo-Gatica-1200×875-696×508.jpg
  8. Graffiti del ojo. https://www.laizquierdadiario.com/IMG/jpg/gatica32.jpg
  9. Pikachu, Matapacos y Pareman. https://www.muyvesta.com/wp-content/uploads/2019/11/iconos-LEAD-1024×512.jpg
  10. Matapacos y Pareman. https://static.t13.cl/images/original/2019/11/1573562389-capture.jpg
  11. https://pbs.twimg.com/media/EJ6ya-_X0AAEVsq.jpg
  1. https://reddigital.cl/wp-content/uploads/2019/12/estallido_chile.jpg

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