Eduardo Hermosilla toma su guitarra como si fuera un objeto de arte, repasa las cuerdas, ajusta el clavijero y mueve su mano sobre el mástil.
Es la comunión perfecta entre instrumento e intérprete, un momento que atrapa y conmueve porque detrás de ambos se pueden contar muchas historias, tantas que no sería justo condensarlas en un solo libro.
Trae cientos de canciones escritas sobre hojas de papeles gastados, cada uno con su fecha, lugar y momento. Es su manera de conservar la memoria prístina, detenida en tiempo y espacio.
Se notan algunos borrones entre aquellos papeles disímiles, pero eso no resta mérito, al contrario, suma un legado patrimonial de incalculable valor.
Luego canta, lo hace como si fuera un misal, y jamás se separa de ella mientras hablamos:
“Está un poco desafinada, las cuerdas están un poco descalibradas. Me gusta el sonido de la guitarra acústica, porque la electroacústica como que pierde la calidez del sonido de la cuerda”.
Rasguea, conversa con la bondad de tierra húmeda, hace reposar la guitarra sobre el regazo.
“A través de la vida uno va escribiendo y guardando lo que escribió, estas son hojas originales del momento de escribir.
Mira, aquí hay una canción…’canto en vano’ que la tengo ahí guardada…
“Canto en vano / si al monte lo queman / si al río lo secan y al aire envenenan / canto en vano / si el sol nos calcina / si la mar contaminan…”
“Uno las canciones las va masticando antes, empieza antes todo un proceso hasta que al final aflora, la lleva al papel, la lleva a la música, y ahí de repente va cambiando algunas cosas; la música hace que cambie la palabra, y a veces la palabra hace que busque una inflexión musical distinta” – me dice
¿Cuántas canciones ha compuesto, o ya perdió la cuenta? – pregunto
“En realidad, al principio uno lleva la cuenta, pero después ya va escribiendo, va haciendo y va desechando mucho, entonces al final siempre quedo con un montón de 10 ó 12 canciones que más repito en forma presencial, pero son bastantes, no sabría decir cuántas”
Confiesa que prefiere cantarle al dolor humano, al desencanto, al sufrimiento…
“…una mirada profunda a veces de la cotidianidad, del dolor…pero yo le canto más al desencanto porque el encanto se vive, se disfruta; lo bueno se disfruta. Lo que hay que reflexionar y sufrir nos duele” – repite
“Esa necesidad de componer, de dónde nace? – pregunto
“Se fue dando un poco con el progreso de la vida…hay momentos que a uno lo acompaña, entre comillas, como contradicción, empieza a acompañarlo la soledad, la lejanía, la distancia, y un impacto emocional, cómo te llegan las cosas…pero es un proceso paulatino”
“Muchas vivencias personales…”
“En realidad, en el fondo…creo que le canto más a mi mundo, no en el sentido egocéntrico, sino que a lo que me pasa, a mi entorno, de acuerdo a lo que me llega, sí, en realidad es una mirada particular” – contesta
La mesa se ha llenado de carpetas donde conserva parte de su historia musical; entre recortes de periódicos originales y fotocopias debidamente rotuladas que demuestran y elevan su enorme calidad humana, artística y musical.
“Lunes 16 de octubre de 1978”
En la imagen su joven estampa y al pie “Eduardo Hermosilla ‘Sombra’”
“Escribo canciones porque es una necesidad espiritual”. Es de Santiago, tiene 24 años y estudia segundo año de Pedagogía en Castellano en la sede chillaneja de la Universidad de Chile. Se llama Eduardo Hermosilla, pero todos le conocen como Eduardo “Sombra” o simplemente “Sombra”.
Cuando conversó con nosotros nos dijo muchas cosas, por ejemplo que se sentía un pasajero en Chillán, pero fundamentalmente porque se sentía pasajero en la tierra.
Este muchacho moreno, que parece tímido al conocerle, escribe las letras de sus canciones (son como poemas) y la música, casi siempre ambas cosas al mismo tiempo. Una cosa lleva a la otra de la mano.
Eduardo señala que trata de no encasillarse en alguna temática en especial, que desea abarcarlo todo, cualquier situación de vida, motivo. Pero en sus canciones y letras destaca una figura central: el hombre, éste personaje y sus mil facetas. El Hombre – agrega – como centro de la creación, en su conducta espiritual.
…me interesa ser un artesano de lo que hago, quiero ser la voz de los que como yo cantan y aún no son escuchados. Me gusta lo que hago, es darle un sentido a mi vida” – copio de la nota de prensa
Se asoma un silencio y le hago una pregunta bien trillada…”¿qué es la música?”
Eduardo me mira, se sonríe, hay un breve lapsus, abre sus ojos, trata de encontrar las palabras precisas para responder de manera sencilla algo que es muy complejo, pero el ejercicio sirve para compenetrar en su mundo lleno de sonidos y personajes que emergen durante la conversación:
“¿La música?…un sentimiento…es que no se puede definir, hay muchas entidades que no se pueden definir livianamente o ligeramente, pero para mí la música es…lo que digo, es ponerle alas al sentimiento; la música son las alas del sentimiento…es percepción, es vida, en el fondo es sublimación” – responde
¿Cómo se va entretejiendo la palabra con la música?
“Paso a paso, golpe a golpe como dice por ahí Machado, creo que a lo que tú apuntas es…la palabra, importante la palabra; genera mundos, sí…la palabra, y la música es el vehículo que la lleva, la baja, la sube, es un diálogo, una dicotomía, un coloquio. En mi caso personal, íntimo, la música y la palabra es un coloquio”
¿Cómo nace ‘Eduardo Sombra’? ¿quién es Eduardo Sombra?
“Cuando llegué a estudiar a Chillán era un estudiante como todos, pero con la inquietud del canto, de la música, y busqué una instancia donde poder desarrollar esto y encontré la Peña de Violeta Parra (Chillán), cuyo administrador y dueño era don Antonio Monroy que al final fuimos muy amigos, profundamente amigos, es una historia aparte esa pero maravillosa, y todos los fines de semana, como era estudiante, tomaba mi guitarra e iba a las presentaciones…y ellos me decían ‘pareces una sombra’…’apareces como una sombra’, porque era muy oscuro, no sé cómo describirme…’como una sombra’, y justo en ese instante estábamos en segundo año, estábamos leyendo ‘Segundo Sombra’ de Guiraldes, y eso me motivó…voy a ponerme ‘Sombra’, pero que a la larga uno se va haciendo conocido, un poco por la radio, por las estaciones. Vinimos a Santiago, me acuerdo, al diario…a uno de los diarios…antes teníamos que conversar con una persona determinada, pero antes de llegar a ella conversamos con otra periodista, entonces ella me preguntó y yo le dije mi seudónimo…’¡no…sombra no!, me dijo…’oscuridad, detrás de’, claro…yo joven me impacté…’no tendrá la razón’, como que me desanimó porque no era el afán de representar nada, era un nombre que para mí era significativo; entonces poco a poco lo empecé a desechar y ya a abocarme más que me llamaran Eduardo y por mi apellido, pero fue una concepción existencialista, filosófica de realidad de ese seudónimo…’Eduardo Sombra’, además porque el personaje de ese gran escritor, es fantástico, un gaucho argentino” – me revela
“Sombra que busca su propia identidad, entre peñas y anhelos. Sombra que –paradójicamente- trata de rescatar un rayo de luz, entre las casas solariegas de Chillán y sus huellas de historia y lluvia.
Sombra está hecho de sur y voz. Y letras que salen de cuadernillos y de experiencias aún juveniles” – publicó un periódico, a propósito de su nombre artístico
Las estaciones de Eduardo circunnavegan entre Santiago, Chillán, y San Bernardo; tres corazones que cuentan la historia de un hombre que heredó un registro familiar, especialmente de su padre, un gran tenor.
Conoció el mundo de la radio desde temprano, recorriendo estudios de Cooperativa, Corporación y Sudamérica; valiéndose de cassettes traspasaba la voz para promocionar su naciente pero profundo repertorio, con voz propia.
Participó en festivales, ganó reconocimientos y premios, se le denominó como mejor voz del sur de Santiago, al mismo tiempo que logró egresar como profesor de Estado:
“…apoyado en mi especialidad es que sigo siendo un artesano de la palabra. Me gusta mucho la poesía.
La música es un buen camino de vida, es una de las formas maravillosas de sublimar la existencia humana. A través de ella podemos vivir la fantasía que tan bien le hace al hombre. El día que deje de hacerlo dejará de ser tal” – declaró
No existe un lugar especial para Eduardo a la hora de componer sus canciones, lo hace como un acto reflejo, en la calle, caminando, en su casa, en fin, sabe que siempre lo espera la guitarra desde un rincón, ella que es su compañera de tantos momentos de felicidad, la misma que canta junto a él arriba de los escenarios:
“Cuando uno puede entregar y sientes que estás siendo recibido, se cumple el objetivo, se cumple la misión, se enriquece, en el fondo se enriquece y también por lo contrario, cuando sientes que no estás llegando, es un gran vacío, pero el consuelo, por decirlo así, es que uno lo hace con sinceridad, con pasión, y lo hace por comunicar…un concepto, un verbo que es ‘compartir’, y la música es mágica, está todo…la pena, todas las emociones; la música es poli-emocional, es policromática de la emoción”