¿Apagón cultural en Concepción durante el período de la dictadura, entre mediados de los ‘70´s y 80’s?
Más bien quienes estuvieron en la vanguardia del arte y la cultura esta afirmación no es tal pues la ciudad era foco constante de acciones de arte emprendidas por artistas visuales y organizaciones sociales que resistieron al poder de facto, para ello utilizaron todos los elementos que tenían a la mano, en una época donde, obviamente, no existían redes sociales ni impresoras caseras para reproducir acciones gráficas, sin embargo, colectivos como “Arte80” y otros, consignaron la experimentación a través de performances, exposiciones con paredes vacías, teatro, instalaciones y registros audiovisuales, muy a tono con lo que estaba sucediendo en Santiago.
En ese contexto y bajo ese escenario, Pilar Hernández y Germán Araos, artistas visuales y docentes, se conocieron en el gran Concepción bajo la cúpula universitaria:
“Había un concurso de homenaje a Goya que organizaba nuestro profesor y maestro Pedro Millar; yo participé con grabado y la Pilar con dibujo, y quedamos los dos seleccionados para el primer lugar; ese evento nos conectó, la Pilar era de un año más adelantado, yo venía de atrás, ella tenía otros amigos, otros compañeros y ese fue el momento en que nos conocimos, durante la entrega de los premios, pero después de eso, se fueron dando situaciones sociales, políticas…tenía que ver con un encuentro no casual, pero sí tenía que ver con nuestras propias ideas y eso nos unió también, en la dictadura nosotros participamos en diferentes eventos apoyando a los organismos que se estaban creando como artistas visuales” – relata Germán
“Recuerdo que se formó un colectivo de arte y en realidad casi todos eran compañeros de Germán; yo era la única que era como de otro lado, de otro curso, y ahí conocí al grupo e hicimos amistad con Germán, en realidad teníamos muchas actividades, participábamos en exposiciones, mandábamos trabajos a Santiago, a concursos y siempre estábamos muy cercanos a un maestro que nos motivaba, el grabador Pedro Millar, que para nuestra formación fue muy importante, él nos formó en grabado” – concluye Pilar
“Sí, claro, en el oficio del grabado y también en el lenguaje, la semántica era un tema que no manejábamos; teoría del arte, filosofía del arte…y empezó a aparecer todo un tema relacionado con la connotación y la denotación de la imagen; para nosotros era una cosa totalmente novedosa, y eso nos abre un horizonte de no solamente la representación de la imagen, sino que de un análisis de la imagen, donde las ideas son las que determinan la imagen, más que la imagen por sí misma; se va generando una relación, digamos de connotación del objeto donde se resignifica el objeto…fuimos asimilando, siendo permeables a eso” – puntualiza Germán
Existe un largo camino entre San Bernardo y Concepción. Paisaje imaginado, paisaje creado y recreado por un grueso trazo que parte justo desde las sinuosas curvaturas del Chena.
De esa manera es difícil separar ambos discursos, ambos proyectos que se complementan. Pilar Hernández desde la instalación, el volumen, y Germán Araos desde la pintura, con estilo propio y un largo camino recorrido de exposiciones colectivas (Tierra de Sombras, Acuarelas y Álbum Familiar) y Colectivas (Instalación, Xilografías, Deconcepciones, El Uso y la Contemplación, Mano Alzada y Evidencias de una Lucha Simbólica), entre ambas ciudades.
En “Mano Alzada, espacio real, espacio imaginado”, Pilar y Germán, unidos en el “Taller de Artes Visuales 879” de San Bernardo, junto a Rodrigo Cociña, agruparon sus miradas sobre la abstracción, la figura humana y el paisaje, a través de dibujos, pintura, grabado y esculturas de alambre en fierro galvanizado.
“…la censura y el rechazo de todo lo que significaba una cosa distinta a la oficial era considerado sedicioso, era peligroso. Éramos como la piedra en el zapato, porque nuestras exposiciones fueron censuradas, nuestro trabajo no cabía dentro de la lógica de esta gente y fue por eso justamente, como dice Pilar, que nos muestra una mirada distinta, que es una mirada más bien estructural, una mirada de análisis crítico de la imagen y no solamente de representación” – explica Germán
- ¿Cómo se complementan sus obras, cómo era la búsqueda de lenguaje en esa época? – pregunto
“Yo estaba en la especialidad de escultura, pero me atraía mucho el grabado, así es que igual participaba mucho de esa experiencia del grabado, pero como no estaba la especialidad, usaba otras técnicas totalmente distintas, por ejemplo usaba las fotocopias, en ese tiempo no teníamos internet, no podíamos reproducir imágenes de ahí, de ese lugar, entonces la fotografía y la heliografía que existía en ese tiempo; fotocopias de planos. Esas eran mis herramientas gráficas, con eso hacía grabados, entonces…era disruptivo, porque, bueno…la provincia es un poco más tradicional, pensemos que en Santiago en ese momento las cosas no eran así; era mucho más abierto, ya había muchas acciones de arte, se manejaban otros lenguajes. En la provincia tú hacías algo que se salía un poco del esquema y era censurado rápidamente. Nosotros hicimos acciones de arte en Concepción, trabajos que en realidad escandalizaron bastante. Por ejemplo, con Manuel, que era otro grabador del curso de Germán se nos ocurrió hacer algo que era un poco más rebelde para desafiar un poco esa autoridad que nos censuraba.
Organizamos una exposición sin trabajos, no había nada en los muros, no había cuadros. Pedimos la sala y nos autorizaron, pero no dijimos que iba a haber cuadros, obras en los muros, y se corrió la voz.
No sé cómo supieron que no iba a haber nada, y la censuraron, entonces no se pudo hacer” – cuenta Pilar
Aprovecha de traer un afiche de esa…”anti exposición”, por decirlo de alguna forma, que nunca llegó a ver la luz en la misma Universidad, pero que después se trasladó hacia el Instituto Chileno Norteamericano de Cultura:
“Arte Conceptual – Inauguración como Acción de Arte – Hoy lunes 10 dic. 19 hrs.
Instituto Chileno Norteamericano – Pilar Hernández – Manuel Fuentes – Concepción 1979”
Pienso que este afiche, rigurosamente enmarcado, representa gráficamente lo que se vivía en esos años, y que ahora ellos conservan como objeto de arte testimonial que puede adquirir dimensiones museísticas.
“…habíamos pedido la sala de la Universidad de Concepción, ahí nos censuraron pero el Instituto Norteamericano nos prestó la sala y ahí se hizo la acción de arte sin nada en los muros, pero se llenó; lo que más había era fotógrafos.
Hacíamos cosas de ese tipo, acciones de arte. Me llamó el director, en ese tiempo estaba recién egresada y había quedado seleccionada para hacer clases como instructora, entonces me dijeron que si yo seguía participando con este grupo en actividades artísticas, no iba a seguir trabajando en la Universidad, y así fue; el otro año no tuve clases, no tuve más trabajo.
En esa época los afiches que se podían poner en la Universidad para anunciar cualquier cosa debían tener un timbre de autorización, no se podía pegar cualquier cosa, y este afiche estaba autorizado” – recuerda Pilar
- ¿Cómo fue ese ‘choque’ cuando se vinieron a Santiago?
“…había que insertarse, empezamos a conectarnos con amigos que habían viajado de Concepción a Santiago, como es el caso de Rodrigo Cociña, él trabajaba en la revista Apsi y muy fuertemente con el grupo CADA que es el Colectivo de Acciones de Arte, muy importante en esa época, un poco anterior también pero en esa época, y eso nos permitió conectarnos con ellos un tiempo, pero había que trabajar, había que vivir. Pilar hacía cerámicas, moldes para vender, yo empecé a hacer clases, reemplazos de profesor hasta que me asenté en Calera de Tango y logré unas horas, y eso nos trajo para acá, hacia San Bernardo, a vivir el año…84…85” – rememora Germán
- ¿Cómo era San Bernardo en esos años, una vida más provinciana tal vez?
“Yo soy de San Bernardo, Pilar es de Concepción” – corrige Germán
“Para mí fue fuerte, muy fuerte de Concepción trasladarme acá, pero antes de que nos viniéramos estuve un año en Temuco cuando me exoneraron de la Universidad de Concepción, ahí quedé sin trabajo, entonces me fui un año a trabajar a una ONG a Temuco, con un grupo de antropólogos haciendo investigaciones de la cultura Mapuche y para mí fue bien importante ese año, a pesar de que ese trabajo fue muy corto, pero muy interesante. Después volví a Concepción y de ahí emprendimos viaje acá, a Santiago, como dice Germán, nos quedamos, pero para mí fue fuerte el cambio, yo viajaba antes a Santiago, pero por el tema de participar en exposiciones colectivas, como les contaba, en esos años se hacían muchos concursos de arte, no sé qué pasaba, y nosotros quedábamos seleccionados con profesores, con compañeros de Concepción. Participábamos mucho en exposiciones, en el Museo de Bellas Artes sobre todo” – argumenta Pilar
Desde el living enfrento una serie de cuadros, cada muro cuenta su historia, especialmente su estudio, un espacio rodeado de papeles, maderas, cartones, lápices, atriles, bastidores y un sinnúmero de objetos artísticos, con ese aroma característico a carbón, trementina y aguarrás.
Llama mi atención un atril metálico con barras de jabón “Popeye”, más bien dicho “réplicas” perfectas montadas encima de una parrilla que las sostiene.
Me quedo quieto, cierro los ojos y veo a mi abuela lavando en aquella artesa, produciendo burbujas amalgamándose lentamente con el brillo violáceo de la ropa hasta extraer toda el agua.
Pilar me observa, ríe, analiza.
- ¿Cuál es el trabajo que más recuerdan? – pregunto
Viene un silencio breve que es interrumpido por los ladridos de “Frida”, su perrita que no dejó de moverse y jugar durante toda la conversación, ella también quería protagonismo.
“Está en gestación, todavía no se muestra.
Está pendiente…está relacionado con la Maestranza, es el trabajo final” – responden
- ¿Trabajo final? – les digo
Reímos a carcajadas, sabemos que no es así, sin embargo en cuestión de minutos aparece una serie de trabajos en agua tinta, punta seca, encáustica, grabados, pintura al temple, vaciados, algunos terminados, otros en proceso.
Aquí lo efímero queda al descubierto como expresión de aquello que “desaparece”.
Sí, tienen toda la razón. Miro los últimos talleres de lo que fue la Maestranza Central de Ferrocarriles de San Bernardo, y veo los paisajes casi lunares de Germán y Pilar, no como un “todo”, sino como aquello que pudo haber sido: un espacio vacío, sin arte, sin cuadros.