“La Última Estación” (Ediciones Letra Clara), es el nuevo trabajo poético de la destacada escritora sanbernardina Nelly Salas, quien además preside uno de los Centros Literarios más importantes de la comuna; el Ateneo de San Bernardo.
Creo que no es casual que seas tú quien me haga esta entrevista. “Donde pones el ojo, pones la bala”. Es un antiguo refrán, varias veces escuché a mi madre. Y no es casual porque tengo mucha sensación que las personas se encuentran cuando se entrecruzan sus sueños. Cada libro es una etapa en mi vida real. Y corresponde por lo tanto a una etapa de mi desarrollo personal. Mis libros hablan de las ciudades, las personas, las actividades, los acontecimientos. ¿Mi libro que me ha marcado? “Ingeniería Poética de Caminos” es un hito en mi vida, porque pude enlazar en forma significativa el trabajo técnico con la poesía. El escritor, Premio Nacional de Literatura año 2002, Volodia Teitelboim se refirió en forma muy favorable a esta acertada combinación del trabajo con la poesía. También dice que es el elemento más original e importante de esta obra.
Siempre he pensado que la ciencia es poesía y la poesía, ciencia. Vengo de un hogar con una formación ideológica y filosófica del mundo y la humanidad muy fuerte. Tengo la figura de mi padre siempre con un libro, una libreta y un lápiz para anotar. Muy científico en sus apreciaciones. Leía no en volumen sino que en concentración. Se apoderaba de un libro y lo estudiaba. La filosofía era su fuerte y la matemática su fiel acompañante en la soledad; siempre lo veía sumido en el silencio de la noche, jugando ajedrez, y siempre resolviendo ecuaciones; no tengo claro si éstas se apoderaban de él o él las domaba de alguna manera.
Siguiendo con mis libros, mi padre me contaba muchas historias de la masacre de la Escuela Santa María de Iquique. Desde niño escuchó de esta tragedia. Yo por mi parte, con los años, encontré el tiempo exacto: retribuir mi sentir a todo un pueblo salitrero para que nadie olvide lo que allí ocurrió. A los 100 años de la tragedia nace mi libro de poemas “Mientras Regresan”, una deuda con Antofagasta, el Norte Grande, de mis cuatro años de niñez vividos aquí.
El tema social sigue siendo el punto más sensible en mi formación personal. No me concibo sin este rasgo. Esto viene de mis padres y del entorno donde crecí.
En casa siempre estuvieron presentes las conversaciones sobre los procesos políticos y sociales, entonces aprendí que lo primero es la sociedad con su gama de problemas, después mis problemas personales. Siempre presente en mí la naturaleza, como punto de partida.
He vivido en diferentes paisajes, en el pueblito de Cabildo, V Región, (10 años), los más importantes de mi formación, parte de la niñez y todos mis años de adolescencia. Santiago y las emblemáticas poblaciones. Y 18 años en una de las ciudades más bellas de Europa: San Petersburgo (ex Leningrado). Y mi última estación, San Bernardo. El paisaje de estas ciudades aunque muy diferentes entre sí, viven y vivirán en mí por siempre. Son las personas que dejan la marca en mi conciencia y desarrollo personal, como tercer tópico. Conocí a importantes personalidades de las ciencias y las artes en la ex Unión Soviética, dejando profundas huellas en mi personalidad. Convivimos mucho con cantantes de ópera y con bailarinas del Ballet del Teatro de Kírov. Todos estos factores han influido en mi poesía.
Mis influencias en la poesía. Son múltiples: La poesía chilena en primera instancia, con nuestros clásicos. Conocí muy jovencita a Gonzalo Millán por intermedio de mi profesora María Antonieta, de Artes Plásticas, en el Liceo de La Ligua, en donde hice mi secundaria o Humanidades como se llamaba en ese entonces. Gonzalo Millán era sobrino de mi profe de Artes Plásticas, a ella le gustaba mucho como yo pintaba, me ponía puros “sietes”, pero se enojó mucho cuando supo que yo hacía las pinturas a casi todo el curso.
Gonzalo tenía en ese entonces 21 años (lo cuento en un libro de poesía aún inédito de historias de poetas), cuando editó su primer libro “Relación personal”, me lo regaló con una solemnidad única y sorprendente, después me leyó varios poemas, aunque debo confesar que en ese entonces mi lectura obligada era Pablo Neruda y Gabriela Mistral, dos grandes escritores que han trascendido en el tiempo y gracias a ello he podido apreciar mucho más sus legados poéticos.
A Jorge Teillier lo descubrí cuando retorné a Chile el año 1991 con algunos poemas que tuve la sensación que era Esenin quien escribía. Efectivamente Teillier tradujo algunos poemas del poeta aldeano ruso, pero otros que fueron publicados en el libro “En el mudo corazón del bosque”.
Teillier vivió a cinco kilómetros aproximado de Cabildo, en el Fundo Ingenio. Pero yo era muy chica. Quizás lo vi pasearse por la plaza sin saber que sería un importante poeta chileno.
La lista de poetas es amplia. Hoy, con un mayor desarrollo de lo que es la poesía, no me deja de sorprender Carmen Berenguer, con su magnífica poesía del sonido, la simbología con una problemática que llega a la médula de los huesos. He descubierto la poesía de Teresa Wilms Montt, Increíblemente estremecedora (pareciera que fuese de nuestros tiempos).
Los poetas rusos abrieron nuevos caminos y elementos en mi poesía, diría nuevas formas de posesión poética. Todo esto ha ido de acuerdo a los períodos de mi vida. Los clásicos como Alexandr Pushkin llegaron en un momento muy oportuno a enseñarme a sentir y comprender el alma rusa. Descubro a Serguei Esenin no por casualidad, fue un período de experimentación. Cuando terminé la universidad, decidimos con Alexandre dejar la ciudad de Leningrado y vivir en la aldea, en la jata (casita) perteneciente a su abuelo en la Región del Briansk. Ante mí se abre un nuevo mundo de sensaciones, nuevas formas de ver al pueblo ruso, aquel campesinado que vive con un pié en el presente y con el otro en el pasado. Junto a Esenin se sucedieron Marina Svetaeva, Anna Ajmátova, Margarita Aliguer. La poesía de los años de la Guerra Patria de España y Rusia durante la 2° Guerra Mundial quedaron como parte de mi ser.
Surgen con mucha fuerza en mi vida Federico García Lorca, Miguel Hernández, Antonio Machado. Las canciones del período de La Guerra Patria de Rusia, Ucrania, Bielorrusia viven conmigo siempre.
Los grandes poetas que conocí en Leningrado de ese entonces fueron Mijail Dudin, leningradense que sufrió todo el período del bloqueo de la ciudad por el período de 900 días. Vsevolod Azarov, del puerto ucraniano de Odessa, quien tradujo varios de mis poemas. Todos fueron publicados en diferentes revistas de la ex URSS. El idioma ruso me abrió un amplio mundo de sueños y realizaciones personales y profesionales. Lo cuido como el tesoro más preciado que tengo después del legado de mis padres. Las canciones que surgieron durante la guerra y período postguerra forman parte de mi repertorio musical en ruso. Tengo un libro inédito con algunas traducciones de poemas de Anna Ajmátova, Serguei Esenin, Mijail Dudin, Margarita Aliguer. Le debo mucho al poeta y traductor de la obra de Gabriela Mistral y de Vicente Huidobro, Víctor Andreev, quien también tradujo al ruso varios de mis poemas.
Y no puedo seguir más porque sería demasiado. Sólo por nombrar, Gonzalo Rojas, Enrique Lihn. Tengo referentes muy actuales, como Elicura Chihuailaf, que en uno de mis poemas lo expreso, lo siento muy cercano a mi poesía, mejor dicho, yo muy cercana a la suya.
Mi último libro, “La última Estación”. Es todo una historia con un viaje corto y largo a la vez. Corto porque nació en muy poco tiempo. Largo porque fueron meses de hondura, reflexión y dramatismo. Meses en donde toda la humanidad ha estado en una situación de expectación y espera que quizás como nunca había experimentado. Período donde se han perdido muchas vidas.
La pandemia deja y seguirá dejando profundas huellas en la conciencia colectiva del siglo XXI. Y este fenómeno universal quedará en algunos de mis versos de alguna manera retratados. Quizás alguien leerá mis versos dentro de unos años, cuando todo se aplaque, estas sensaciones serán un pequeño retrato de un tiempo vivido en pandemia. Estos versos son sólo suspiros de esta realidad.
Como si fuera poco, hemos sido espectadores y de algún modo, partícipes de todo un proceso que algunos llaman Revuelta social, otros el inicio de un nuevo proceso revolucionario en Chile. Como sea, esto ha sido un motor de grandes acontecimientos de creación de todo tipo en nuestro diario vivir. Contra viento y marea, al frente de todas las dificultades comunicacionales del momento, utilizando las redes virtuales, online para pasar de espectadores a partícipes de todo un movimiento mundial que nos grita que la conciencia del ser humano ha ganado varios peldaños de desarrollo en estos últimos años. Uno de los períodos más dramáticos de mi historia fue retratado en “Paloma Ensangrentada”, es mi sufrimiento, el sentimiento de haber tenido que dejar la amada Patria, mis padres y hermanos sin saber cuándo sería mi regreso.
En mi libro “La última Estación” está el dolor de la pérdida de importantes personas en mi vida, algunas conocidas por mí, otras simplemente porque han sido íconos en la defensa de una vida más justa para el que nada tiene. Son evocaciones, algunos sin siquiera dejar rastros pero que fueron la personificación de la entrega social desinteresada, sin esperar una recompensa a cambio. Me duele cuando la juventud pierde lo más valioso que tiene cada ser, sus ojos, su pureza, su creencia en un mejor futuro. Su espontaneidad en el accionar pero con la convicción que Chile necesita cambios profundos.
Es la juventud que entrega todo, incluso su vida como sabemos, en pos de esas transformaciones. Muy dramático, pero es una realidad que nadie ya puede negar.
Podría decir que mis libros salen de las profundas heridas que tiene mi alma por tanta injusticia en la humanidad. Van mis libros en esa dirección pero son muy diferentes uno del otro.
En Ediciones Letra Clara he encontrado la orientación para corregir algunos poemas que nacen espontáneamente pero que necesitan una reflexión más técnica.
Ha habido períodos en que me despierto muy temprano en la madrugada y me llegan los mensajes escriturales. Pero también ha habido períodos en que la noche se ha apoderado de mí dictándome algunas ideas para armar mis poemas. Todo relativo, todo va de período en período.
Debo confesar que San Bernardo, con casi dos décadas de haber llegado a vivir y trabajar a esta bella ciudad, ha sido un período importantísimo en el desarrollo de mi vida artística, literaria. Me he sentido muy identificada con su historia, su paisaje, sus gentes. Han sido años felices de reconocerme nuevamente como chilena, con todas mis cualidades y limitaciones. He podido desarrollar otras cualidades escondidas, en mi alma y en mi inteligencia. Doy gracias a estas tierras y a sus gentes el haberme acogido como lo han hecho e integrarme y pasar a ser un ente colaborador de sus procesos culturales, que son de una riqueza admirable. Conocer a poetas, folkloristas, bailarines, bailarinas, artistas visuales, escultores, músicos, una gama tan diversa que da para mucho pensar, sobre todo para hacer. El Bicentenario lo celebraremos como Dios manda, una fecha que no pasará desapercibida con una historia a sus espaldas que sólo enorgullece haber pasado por estas tierras y haberme asentado con mi familia extranjera en ese entonces. Ha sido lo mejor de mi vida. San Bernardo seguirá siendo un emblema cultural de Chile dentro de 30- 50 años. La riqueza intelectual, artística, de principios de siglo XX, asentó sus raíces fuertemente. Sus frutos no disminuirán, muy por el contrario.
Creo que San Bernardo, dentro de 50 años será un ejemplo a seguir por otras comunas.
Mónica Montero Fernández escribió el prólogo de “La Última Estación”, para editorial Letra Clara. Al respecto escribe:
“Quimera en la última estación”
Bordo mis versos a la orilla
De pantanos llenos en quejidos.
“La Última Estación” de Nelly Salas Vargas, es un alto en el camino, un instante que toma la autora, para contemplar la senda recorrida, de forma íntima entona este canto, manifiesta el dolor y las alegrías que le brindó un pasado copioso en aprendizaje. Aquí en este territorio, eso es el poemario, un territorio musical donde los personajes se hacen inmortales y crece la tarea ejercida por ellos, ante nuestra mirada. Nelly Salas usa el recurso de la imagen y la expresión de la belleza en cada verso, para expresar su gratitud y reconocimiento a esos seres, hombres y mujeres que marcaron su impronta artística, su vida como madre y mujer.
Su existencia enlazada a lo artístico, lo social y humano, por eso expresa con habilidad y ternura su apego a la vida haciéndose protectora de sí misma y de otras, de las otras que transitan los caminos complejos de la actualidad, ella plasma con sutileza y cuidado la imagen nítida de los horrores y las injusticias que se viven en este transitar, elabora una radiografía de su intimidad y con esto nos presenta sin miedo ni disimulo sus creencias, dolores y dudas. En un desgarrador grito, solicita a la brevedad justicia o compasión.