La Junta de Vecinos Unión Americana y Yerbas Buenas es un barrio con identidad propia, a pesar de ubicarse entre Villa Chena, caletera Panamericana y otras unidades vecinales que toman como eje principal la calle Yerbas Buenas.
Como telón de fondo, el majestuoso cerro Chena otorga el sentido identitario que es compartido por sus habitantes que han debido dar la pelea para no ser el patio trasero del gran negocio de las estaciones de servicio (bencineras), que proliferan ampliamente a lo largo y ancho de la ruta 5 Sur. Al menos la comunidad siempre está alerta ante intentos de instalarse de estas mega corporaciones que poco o nada contribuyen al bienestar comunitario.
Desde esa mirada sus vecinas y vecinos han decidido estampar un sello que pocas villas poseen, uno que responde a la urgencia climática que vivimos donde nos hacemos responsables de nuestra cuota de carbono y del futuro sostenible.
Mariluz Vargas Muñoz, Presidenta de esta Junta de Vecinos sabe muy bien cuál es esa co-responsabilidad, pese a no tener una sede social donde realizar iniciativas medioambientales y culturales. Aquí, la plazoleta interior de calle Quechereguas se convierte en el corazón y médula de las expresiones vecinales, o en una sala de clases al aire libre, bajo los árboles, en su mayoría falsos pimientos que atestiguan el paso de los años.
Comenzaron postulando proyectos de gobierno y municipales, yendo contra viento y marea. Si bien no los albergaba un techo, al menos podían dar vida a su plaza, y eso es justamente lo que hicieron.
El puntapié inicial fue el proyecto “Sembrando Futuro”, financiado por el Fondo de Fortalecimiento de las Organizaciones de Interés Público (FFOIP), 2017, donde compartieron conocimientos ancestrales de las semillas orgánicas, aprendiendo a sembrar, cosechar e instalar sus propios huertos familiares.
Al año siguiente, con serrucho, martillo y género en mano decidieron fabricar “Ollas Brujas” (tecnología apropiada para el uso eficiente de la energía), patrocinado por el fondo concursable de iniciativas ambientales.
El 2019 caminaron un paso más, y nuevamente el FFOIP benefició la iniciativa “Tecnología para generar alimentos saludables y duraderos”, echando mano a la construcción de fabulosos secadores solares.
“Siempre los vecinos y especialmente las vecinas, han sido muy receptivas con la formulación y ejecución de estos proyectos. Esto se demuestra con la activa participación, en la responsabilidad, en el compromiso, y en el cómo nos hemos ido instruyendo en su importancia, en la circunstancia que cada vez hay más interesados y en el hecho de formar y estrechar nuevos lazos de amistad” – declara Mariluz Vargas Muñoz.
Junto a Carola Donoso, educadora ambiental de amplia trayectoria, consiguieron fondos para adquirir composteras domiciliarias, anunciando que “no hay plan B”, y por lo tanto es urgente la tarea de reciclar los residuos orgánicos para producir compost de alta calidad.
“Esta práctica, junto con la de Vermicompostaje, adquiere mucha importancia, estimando que la basura diaria que generamos contiene al menos un 50% de materia orgánica, y que al reciclar ayudamos a reducir dramáticamente estos desechos que van a parar a los rellenos sanitarios. Así también mitigamos los efectos de esta crisis climática que estamos viviendo” – dice Carola Donoso Castro.
Posteriormente diseñaron en la plaza un hermoso huerto medicinal que es la joya del barrio porque gracias a esto comparten hierbas medicinales; conocimientos ancestrales que resurgen con más fuerza en tiempos de pandemia.
Desde el 2020, y en plena crisis sanitaria, nuevamente recobraron las esperanzas con talleres de “jardines terapéuticos”(FFOIP), acudiendo al “Zen” y otras técnicas de jardines en botellas.
Este año, siempre en la misma plaza, muchas veces resistiendo al frío o al implacable calor de primavera, las vecinas conocieron la problemática de la llamada “Fast Fashion” o moda rápida que deja estragos en todo el mundo, provocando escenas tan dramáticas como el cementerio de ropa más grande del mundo en Atacama, nada comparable al 85% de la ropa que termina incinerada o el 10% de emisiones que genera la industria textil, una de las más contaminantes del planeta.
“Es indudable que el reciclaje es un factor de suma relevancia porque constituye la única forma de la sana y armoniosa convivencia con la naturaleza. Hemos visto con gran preocupación cómo el manejo irresponsable de los seres humanos ha impactado gravísimamente todo el medio ambiente. Por ello, esta alternativa de reciclar es un llamado a concientizar nuestras conductas, tratando de incorporar la Regla de las 3 R: Reduce, Reutiliza y Recicla. Sus beneficios son múltiples, diversos y trasformadores. Podemos decir entonces que, de esta manera, podemos preservar el medio ambiente, utilizar menos materias primas y químicos, crear más puestos de trabajo y proteger el hábitat natural de los animales y la naturaleza. Es importante también destacar que en el reciclado convergen, a mi juicio, varios importantes beneficios: cuidado del medio ambiente ante el cambio climático; el efecto de economía circular que nos permite un ahorro no menor al darle segunda vida a las telas o vestimentas, activa la creatividad de los participantes que bien, con ello, podrían pensar en un pequeño emprendimiento, más ahora, que la fuente laboral es tan escasa, por decir algunos” – afirma la Presidenta de la Junta de Vecinos, Mariluz Vargas Muñoz al referirse al taller comunitario de “Costura Creativa”, financiado por el FFOIP del Ministerio Secretaría General de Gobierno y que sella un ciclo virtuoso de unión, voluntad, creatividad y sustentabilidad; de que todo es posible gracias al esfuerzo y empuje de sus dirigentes, más el equipo de trabajo que ha sabido ver más allá de sus propias fronteras, enmarcadas entre calles Yerbas Buenas, Nieto de Gaete, Domeyko y la autopista que únicamente conecta el frenético ir y venir de automovilistas.
“Sin ninguna duda que ya hemos marcado el camino y lo seguiremos haciendo de la misma manera y con la misma energía. Más que las palabras se requieren acciones concretas. Nuestra comunidad cuenta con una placita interior, que es el único lugar de recreación y esparcimiento para los vecinos, además de las ejecuciones de proyectos con convocatorias. Tampoco contamos con una sede social que, indudablemente, nos ayudaría mucho para desarrollar actividades y las labores propias de una Junta de Vecinos, como el resto de las comunidades. No obstante, es nuestra intención seguir creciendo, buscando el desarrollo integral y sustentable para sus residentes y educando también a nuestros hijos sobre la importancia del cuidado del medio ambiente y sus diversidades” – finaliza Mariluz.